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No hay almohada tan cómoda como una conciencia tranquila


 Tener en la conciencia buenos pensamientos, intenciones y acciones nos da la oportunidad de dormir tranquilos. Por su parte, la envidia, la ira, la mentira y el engaño son, sin lugar a dudas, los mejores ladrones de bellos sueños y buenas emociones.

Disfrutar de una conciencia tranquila es como poseer una buena brújula, pues nos ayuda a mantener el norte. Es decir, que si usamos bien nuestra capacidad de decisión, podremos mantener un buen rumbo en nuestra vida.

Si bien es difícil que alguien pueda tener la conciencia limpia al cien por cien, sí que podemos esforzarnos por actuar de manera coherente con nuestros valores. A su vez, tenemos que evitar entrar en conflicto con nuestros intereses o deseos, lo cual según de qué tipo de personas nos rodeemos puede ser más o menos fácil.

Mantente lejos de la negatividad de ciertas personas, conserva tu integridad
Hay personas que parece que nos están ayudando pero que en realidad están haciendo lo posible por dificultar nuestro camino. Otras, son especialistas en hacernos sentir mal, en procurar que nos sintamos culpables o en provocar que pensemos que estamos siendo egoístas.

En este sentido, estas personas no nos están aportando nada positivo ni a nosotros ni a nuestra conciencia, dificultando que podamos seguir con normalidad nuestra vida y que nuestro sueño sea un verdadero descanso.

Cuando sentimos que nos está ocurriendo esto debemos valorar muy bien nuestras relaciones, sopesando cuáles son las consecuencias de nuestros sentimientos y poniendo especial cuidado en equilibrar la balanza.



El placer de dormir con la conciencia tranquila
A veces los demás se comportan mal con nosotros, pero si les pagamos con la misma moneda lo único que hacemos es alimentar el caos y la decadencia emocional. O, lo que es lo mismo, si practicamos el ojo por ojo el mundo se quedará ciego.

De todas maneras, cometer errores no es lo mismo que actuar mal con intención de hacer daño o de no favorecer a los demás. Tenemos que diferenciar estos conceptos, pues a veces nuestras meteduras de pata nos hacen sentir avergonzados o nos entristecen cuando en verdad no deberíamos sentirnos culpables.



Así, cuando los demás fracasan en sus buenas intenciones, tienen despistes o cometen errores lo adecuado no es castigar, sino ayudarles a recuperar la confianza en sí mismos y hacerles sentir merecedores de afecto.

De este modo, digamos que nuestra conciencia está presente en todos los órdenes de la vida y que podemos cuidar de ella en cualquier situación o momento, por muy complicado que pueda resultar.



El mundo necesita ejemplos, no opiniones
Muchas veces no es tanto lo que la gente hace como lo que no hace o no siente. Tenemos una tendencia asombrosa a justificarnos con las palabras, las cuales intentamos llenar de significados sin sentido, haciendo que nuestras opiniones no solo estén vacías, sino oscurecidas.

O sea, no vale de nada que se pretendan predicar valores como la humildad o la sinceridad, lo que hace falta es dejar de comportarse de manera altiva, falsa o hipócrita. Como es obvio, escudarnos en las palabras puede ser útil para protegerse de la frustración, pero no nos libera de la realidad de nuestras malas acciones.

Dice el dicho que cuando ofrecemos una excusa que no se nos ha solicitado lo que hacemos es manifestar nuestra culpabilidad. En verdad, si lo pensamos bien, la culpa no tiene porqué ser real para que nos atormente, sino que basta con que sintamos cierta responsabilidad por lo sucedido.

Así, para liberarnos y poder descansar, también tenemos que emplear un proceso de trabajo interior que nos permita perdonarnos por todo lo que hicimos o no hicimos y por todo lo que sentimos o dejamos de sentir.

No tenemos en nuestra mano la solución para todos los problemas que hay en el mundo o, simplemente, en nuestra vida; sin embargo, las buenas intenciones son granos de arena que nos ayudarán a mantener el equilibrio emocional que necesitamos. 

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