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Volví varias veces porque no sabía cómo irme

 “Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá”Miguel de Unamuno

Volví varias veces porque no sabía cómo irme, pero me di cuenta de que no me querías contigo, así que me obligaste a aprender a nunca más volver.

¿Cuándo me di cuenta de esto? Cuando pudiendo evitarme un momento de sufrimiento, de espera y de llanto, no lo hiciste. Entonces recordé las noches en soledad que pasé con mi reloj y supe que se había acabado.

No fuiste capaz de evitarme ni una noche de dolor. Un solo mensaje, una sola llamada o una sola palabra hubiesen bastado cuando yo tenía la certeza de que tú sabías que estaba esperándote.

Esto era exactamente lo que me pasaba contigo, solo que me negaba a aceptarlo y volvía a tu casa sin cesar. Y te esperé y te esperé.., pero no hubo respuesta. Entonces me obligaste a no volver nunca más y a olvidarme del camino.

No sé cuando se enfermó la relación, o quizás nació enferma; yo sabía que creer en el amor eterno es creer en un mito pero mi corazón me pedía a gritos que no te dejase marchar, y yo volvía y volvía queriendo rescatarte.

La prisa no es buena consejera cuando de amor se trata aunque he de agradecerte que de forma apresurada me hicieses entender que valgo más que todo esto, todo lo que yo creía inmenso más allá de mí misma. Porque ya no es la oscuridad la que se cierne sobre mí, empiezo a ver el sol y puedo tomar la decisión que necesitaba.

Es lo que tienen los círculos viciosos, parece que de ellos no se sale nunca pero basta con salirte un día de la línea. En realidad me has ayudado a darme cuenta de la certeza de estas palabras: “nadie se enamora por elección, sino por casualidad. Nadie se queda enamorado por casualidad, sino porque trabaja por ello. Y nadie se desenamora por casualidad, sino por elección”

Así que lo voy comprendiendo: primero va uno y después el otro y a mí me ha tocado ser la última en tomar la decisión de desgarrar mi corazón y conseguir ser feliz. Es tan corto el amor y tan largo el olvido, decía Neruda… Y es que duele como mil dagas clavándose en el pecho.



También me enseñaste que mi dignidad está por encima de cualquier ruego y que ya es hora de soltar la cuerda y dejar que lo que ya no existe se ahogue. Porque el amor también se apaga y creer que no lo hará nos hace daño, es momento de aceptarlo.

Al fin y al cabo se trata de aceptar, el superarlo viene solo; yo me negaba a hacerlo y cuando por fin lo conseguí me enfadé contigo, conmigo y con el amor. Porque entonces entendí que a veces él también es miserable y no podía comprender que el mismo que me había hecho girar, ahora quisiera empujarme contra el suelo.

Empecé a pensar en cómo librarme de ti y, de repente, caí en una profunda tristeza llena de confusión que me dejó inmóvil. Pero es ahora que sé que, al fin y al cabo, esto se supera por etapas y que no hay vuelta a atrás.

Solo está derrotado el que deja de sentir y el que deja de soñar y yo aún conservo la capacidad de hacerlo. Por eso te agradezco que ya no quisieses mitigar mi dolor, porque entonces comprendí que quien primero merecía mi amor era yo misma.

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